Dicen que "Se quiere lo que se conoce"...
Un intento de conocer y dar a conocer mi Barrio.

Rabilando por Ciudad Naranco. Oviedo. Asturias.España.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Semeyes de Oviedo ido

Imagenes de Oviedo de un Octubre de 1934.
"Esta serie de notas sobre la última revolución española, acaecida en octubre del año pasado, escasea por completo de episodios aislados o sensacionales. Se refieren exclusivamente a la vida de los habitantes de Oviedo, durante el curso de los días 5 a 14 de octubre, en que la ciudad fue tomada por las tropas del gobierno.


Para formar el cuadro de aquellos nueve días de bombardeo, que no interrumpió ni un solo minuto, he seguido el procedimiento de interrogar a dependientes de comercio, acomodadoras de cine, pequeños comerciantes, artesanos, porteros. De consiguiente, estas aguafuertes carecen de brillantes epopéyicas; son oscuras y monótonas, como eran oscuros y tediosos los días de la población refugiada en los subsuelos. En cambio, satisface la curiosidad de las personas a quienes les interesa saber «cómo se vivió en aquellos momentos».


Oviedo


Céntricamente, y con fidelidad asombrosa, Oviedo reproduce un trozo de Buenos Aires, el de la calle Rivadavia comprendida entre las transversales de Río de Janeiro y Caballito. El parque porteño de Lezica, corresponde al de Pablo Iglesias, en la calle Uria, que a su vez, por la elegancia de sus edificios modernos, es la Rivadavia de Asturias. Con una diferencia. El Monte Naranco, cubierto de felpudos, de sembradía oscura, cierra como un hierro de hacha la calle principal de Oviedo. Allí estaban emplazadas las baterías revolucionarias.


Sucede a la impresión agradable, otra destemplada. La ciudad está transformada en un cuartel. De cada cinco personas que cruzan a nuestro lado, tres son militares. Soldados del regimiento de Milán, guardias de asalto, artilleros de batería de montaña, guardias civiles, regulares, mercenarios de la 4.ª Bandera de la Legión, militares de la Intendencia, carabineros, policía municipal, y no se cuentan los agentes de la secreta. La rica ciudad de los consorcios mineros, se ha convertido en un parque patrullado día y noche por piquetes de guardias de asalto y tropa.


Los puntos estratégicos, como ser: plazas, cruces de avenidas, puentes, edificios importantes, están permanentemente custodiados por hombres con el fusil a la espalda.


En el café, en el cine, en la barbería, en el cabaret o en la taberna es imposible conversar sin la presencia de testigos armados. Los edificios arruinados por la guerra civil son abundantes. Me veo obligado a tomar fotografías con cierta precaución: la ciudad actualmente se reconstruye, mas con cierta dificultad. Y es que a pesar de las abundantes fuerzas armadas que custodian la ciudad, los trabajadores del gremio de la construcción declararon la huelga general; el gobernador civil decretó que la huelga era ilegal, mas el bando no parece haber convencido a los trabajadores porque cada obra está custodiada por guardias de asalto. Una desconfianza sorda retrae a la gente de las confidencias. En varias casas de pensión me negaron alojamiento cuando supieron que era periodista. Finalmente me fui a vivir a la casa de un capataz de descargadores que se comprometió no dar cuenta de mi presencia en la ciudad a la policía.


La impresión que produce tanto uniforme distribuido con fusil a la espalda en la minúscula urbe es la de haber penetrado al interior de una cárcel. Y en verdad ¿qué edificio un poco holgado no ha servido durante algunos días aquí, de cárcel? Muchos de los camiones que hoy transportan verduras o pasajeros a las poblaciones de los alrededores, fueron utilizados hace un año para cargar cadáveres y transportarles del cuartel de Pelayo, o de la Plaza de Toros, convertida en morgue provisoria, al crematorio del cementerio de Gijón. Los custodios de depósito de tabaco, tras del cuartel de Pelayo, durante varios días después que entraron las tropas a la ciudad, escuchaban de cuarto en cuarto de hora, descargas de fusilería. Muchos de los muertos habían recibido un pistoletazo en la nuca.


En Villa Fría la tropa mora actuó con tal ferocidad que sus crímenes han sido testimoniados en memorias presentadas a la Sociedad de las Naciones. Los que murieron con un fusil en una tentativa de asalto, o los que cayeron manejando una ametralladora fueron mucho más felices. Los conventos, semidestruidos por el fuego de los revolucionarios y las bombas de los aviones, se convirtieron en cárceles provisorias.


La gente recuerda aquellos días siniestros con los labios apretados. Se desconfía de los preguntones. En cada desconocido, se sospecha un espía policial o un agitador comunista. De más está pretender informarse minuciosamente de los episodios de la revolución. He visitado la cuenca minera, nadie ha visto ni sabe nada. Si los cuarteles de la guardiacivil, volados por los cartuchos de dinamita, no dieran fe de lo ocurrido, sería difícil establecer que por allí pasó la revolución. Pero vista cual es la actitud de los mineros, no resulta difícil sospecharla. Poco después que el señor Gil Robles ocupó la cartera de Guerra, visitó la fábrica de armamentos de Trubia, aquí en Oviedo, y cuando entró a los talleres y el director de la fábrica exclamó: «Su excelencia el ministro de Guerra», ninguno de los mecánicos volvió las espaldas ni se quitó la gorra." (Roberto Artl.- Aguafuertes Gallegas y Asturianas.)



http://www.rtve.es/alacarta/videos/archivo-historico/luctuosos-sucesos-revolucionarios-asturias/2925435/


Oviedo 1922.

Oviedo 2018